Le llaman McGiver, al menos eso me dijo cuando le pregunté por su nombre. Me lo encontré paseando esta mañana por la Casa de Campo, recogiendo cangrejos en una represa del arroyo de Meaques.
Cada vez que hay tormenta, McGiver sale a buscar cangrejos, que los arrastra la corriente río abajo, hasta acabar en su bolsa. Luego se los vende a los restaurantes a 6 ó 7 euros el kg. Hoy, me dijo, sacaría 40 ó 50€, la tormenta de ayer fue muy fuerte.
Le llaman McGiver porque caza todo lo que puede en la Casa de Campo, y con los métodos más tradicionales, trampas, lazos…
Probablemente todo esto sea ilegal, pero McGiver tiene que comer cada día, tiene alrededor de 70 años y sigue haciendo lo que probablemente él y miles de personas más hacían de chicos cuando no tenían qué comer, en las tierras de esa España empobrecida y arrasada por la guerra civil.
McGiver me hace recordar de dónde venimos, en este siglo 21 donde ya casi nadie se acuerda de lo que pasaron nuestras abuelas y abuelos.